Siguen de actualidad dos libros que tratan sobre la existencia de Dios desde la perspectiva de las ciencias, uno de dos ingenieros franceses y otro de un experto español. Se trata del muy difundido “Dios-La Ciencia-Las Pruebas”, de Olivier Bonnassies-Michel-Yves Bolloré. Ed Funambulista, 2023. Y también de otro reciente: “Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios” de José Carlos González-Hurtado. Voz de Papel, Madrid, 2023.
No voy a
entrar en la abundante información que aportan y de las conclusiones que dejan
a las puertas de la indagación filosófica sobre Dios. Quizá pueda resumirse
señalando que las ciencias empíricas no pueden probar la existencia de Dios
pues su método se centra en el cómo de los eventos, en las experiencias
del espacio, el tiempo y la materia.
Su aportación
es valiosa porque abre a las cuestiones filosóficas sobre las causas reales, es
decir, el cómo y el por qué o también expresado de otro modo por E.Kant:
qué podemos conocer, qué debemos hacer, qué podemos esperar y, en definitiva,
qué es el hombre. El testigo de las ciencias pasa entonces a la filosofía con
su método propio y también a la teología con el suyo a partir de los datos
revelados en la historia de la salvación.
Hombres
perseguidos por su ciencia
Se conoce poco
acerca de la persecución de sufrieron muchos científicos rusos durante las décadas
ominosas dominadas por el materialismo dialéctico como única explicación de la
historia, y con el ateísmo militante como religión del Estado. Las historias
que recogen estos autores en las obras mencionadas son parte de la historia del
pensamiento.
En los años
treinta y cuarenta se extiende entre los astrofísicos la teoría del Big Bang
como la más probable con los datos que se van descubriendo y los cálculos
avanzados. A pesar de las dudas y rechazos anteriores los científicos van
reconociendo como válida la intuición y exposición de Georges Lemaître,
sacerdote y cosmólogo, como lo reconocen Hoyle, Einstein y después Wilson y
Penzias. La intuición primera es que el universo no es estacionario sino que
está en permanente expansión pues las galaxias se separan unas de otras, y más
tarde se llega a recoger algo de la radiación cósmica de fondo causada por el
Big Bang: es un despliegue sumamente organizado ajeno a un suceso fortuito o
atribuible al azar, que no puede explicar la complejidad y perfección de las
grandes leyes descubiertas en el universo.
Los
científicos rusos de entonces participan en los debates cosmológicos y
sintonizan con los nuevos desarrollos de la astrofísica, convencidos con
pruebas de que el universo no es eterno. Sin embargo, el régimen marxista
necesita destruir el mito de la creación como obra de Dios para ser coherente
con su ateísmo programático. Algunos intentan huir de la Unión Soviética pero
no siempre lo consiguen; la Policía Política va haciendo su lista negra entre
los discípulos de Friedmann, Gamow, y otros. Stalin y el temible Molotov se
consolidan en el poder y comienzan los crímenes contra los cosmólogos a partir
de los años treinta.
Precisamente
en esos años Einstein acabará dando la razón a la hipótesis de Lemaître y de
Friedmann reconociendo que las ecuaciones de la relatividad describen un
universo que no es fijo sino que está en expansión.
El materialismo
es poco científico
Discípulo de
Friedmann es Gamow quien publica un artículo que se difunde rápidamente entre
los expertos sobre el Big Bang, en el que expone que los elementos ligeros de
la materia, es decir, los protones y los neutrones, no pudieron nacer sino en
una fase sumamente caliente del universo, de miles de millones de grados, muy
superiores a la temperatura de las estrellas, y que la abundancia relativa de
estos elementos constituía una prueba de que efectivamente el Big Bang tuvo
lugar.
La trayectoria
de Gamow le pone en el punto de mira de la Policía, intenta huir por dos veces
con su familia y por fin consigue llegar a la libertad. Desgraciadamente
Landáu, Ivanenko y Bronstein no siguieron el mismo camino y cayeron víctimas de
la represión.
También el
físico matemático Vladimir Fock es detenido por los milicianos de la Policía
acusado de alta traición y complot contra la ideología del Estado y después de
ser torturado, liberado y vuelto a detener alcanzará la libertad. No tuvo la
misma suerte Evgueni Perepelkine que fue enviado al gulag y luego fusilado, y
lo mismo Matvéi Bronstein con treinta y un años, detenido en su casa a la que
no volverá. También en plena noche es detenido Dmitri Eropkine, fascinado por
la teoría del Big Bang y fusilado sin llegar a cumplir los treinta años. Borís
Númerov fue un matemático brillante, presidente de la Sociedad Rusa de
Astronomía en sintonía con Friedmannn, detenido, condenado por espionaje y
propaganda antimarxista, deportado y más tarde fusilado. El mismo camino
seguirá Maximilian Musselius que acaba bajo las balas de un pelotón de
ejecución. Todo esto ocurre en los años treinta, como venimos diciendo.
Idéntico trato recibe otro discípulo de Friedmann expositor de la teoría de la relatividad
de Einstein en la Universidad de San Petersburgo, porque muestra que el
universo tuvo un comienzo; fue condenado y morirá más tarde a consecuencia de
los malos tratos y los trabajos forzados. Añadamos a Innokenti Balanovski,
Nikoláis Kózyrev, y etcétera.
En los años
sesenta, no tan lejanos, el joven matemático Leonid Plyushch, investigador del
Instituto de Cibernética de Moscú se convierte en disidente. Se le condenó a
trabajos forzados, fue internado y torturado en un psiquiátrico. Su caso tuvo
mucha repercusión en Europa, particularmente en Francia, cuando declinaba la
fuerza del materialismo dialéctico.
Todos estos
grandes científicos cayeron bajo represión del régimen estalinista el régimen
del dictadore Stalin buscaba dar un castigo ejemplar para que el pueblo
aprendiera a someterse al pensamiento ateísta.
Este breve
repaso por una parte de la historia de la astrofísica contemporánea echa por
tierra las tesis materialistas y otras alternativas al Big Bang, pues no hacen
sino subrayar la fuerza de las pruebas que derivan de la expansión del
universo, de su previsible muerte térmica, el principio antrópico, y de su
comienzo del que da cuenta la radiación cósmica de fondo.
También los
nazis lucharon contra el Big Bang y declaran la guerra a Dios, a quien apuntan
las pruebas cosmológicas, porque no podían permitir que alguien sostuviera que la
materia no es eterna. Pero este capítulo podemos dejarlo para más adelante.
Jesús Ortiz
López
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